viernes, 4 de mayo de 2012

TEMA 8. LA INMOVILIDAD EN EL ANCIANO


Según hemos visto en clase, la inmovilidad podría definirse como la disminución de la capacidad para desempeñar actividades de la vida diaria por deterioro de las funciones motoras.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define caída como la consecuencia de cualquier acontecimiento que precipita al paciente al suelo, contra su voluntad.
Aproximadamente el 30% de las personas mayores de 65 años, independientes y autónomas, sufren una caída una vez al año; el 35% en mayores de 75 años y el 50% en mayores de 80 años. Las caídas suelen ser más frecuentes en mujeres aunque se igualan en hombres a medida que avanza la edad.







Como dice el refrán, “no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos”; totalmente de acuerdo con ello. Si reflexionamos sobre esto, pocas veces nos paramos a pensar en la suerte que tenemos de poder caminar y desplazarnos donde y cuando queramos. Por ejemplo, cuando sufrimos alguna lesión en la que para su cura es necesaria la inmovilidad de la parte afectada, entonces pensamos en las cosas que haríamos si no estuviéramos encamados o sentados sin podernos mover. Es en ese momento cuando valoramos realmente los privilegios que tiene una persona que puede desplazarse por si sola sin necesidad de ayuda tanto de otras personas como de elementos auxiliares para la movilización (andador, muletas, bastón…)







Durante el envejecimiento, el anciano va perdiendo movilidad de manera progresiva y definitiva. Según el artículo del cual voy a hacer una breve reflexión, la forma de andar es diferente en una persona de 30, de 50 y de 70 años ya que a medida que avanza la edad el centro de gravedad, la coordinación, los reflejos, el equilibrio, la fuerza, la flexibilidad y numerosos factores mas se ven modificados.
En mi opinión, la inmovilidad es uno de los grandes síndromes geriátricos y sin embargo en la mayoría de las ocasiones no se estudian las razones por las que sucede; no se les pregunta en la historia clínica o directamente, el paciente no dice al personal sanitario que se ha caído. Todo ello, hace que dicho síndrome se agrave cada vez más sin posibilidad de intentar enlentecer el proceso.  




Por otro lado, existen estudios que verifican que existe una relación directa entre el número de medicamentos y el riesgo de sufrir una caída considerando una cifra peligrosa la de cuatro o más.
Se llegó a la concusión de que los fármacos psicótropos son los más relacionados con el riesgo de caídas, en concreto las benzodiacepinas. También los antihipertensivos inhibidores de la captación de serotonina y tricíclicos, algunos antiarrítmicos y diuréticos.

Dentro de la importancia de las caídas y todo lo que conlleva a ellas, es de vital importancia saber tratar al paciente, es decir, un paciente que ha sufrido una caída va a actuar de manera insegura a la hora de caminar e incluso de realizar las actividades de la vida diaria ya que han perdido la confianza que tenían en él. Los pacientes tienen miedo a caerse de nuevo y por ello tienden a disminuir la marcha y pérder la autonomía dando lugar a un aumento ddel número de ancianos institucionalizados. Por ello, si un familiar o persona cercana sufre una caida, puede ayudarle dándole ánimos, ayudarle a que recobrara la confianza en el/ella y darle todo el apoyo necesario para evitar que dicha caída convierta a la persona en un paciente dependiente.




Bibliografía:
  • Villar San Pío T., Mesa Lampré MªP., Esteban Gimeno A.B., Sanjoaquín Romero A.C., Fernández Arín E. Alteraciones de la marcha, inestabilidad y caídas. Tratado de geriatría para residentes. 2006. Revisado de:
  • https://docs.google.com/viewer?a=v&q=cache:ezgPZKARzH0J:www.segg.es/download.asp%3Ffile%3D/tratadogeriatria/PDF/S35-05%252019_II.pdf+&hl=es&gl=es&pid=bl&srcid=ADGEEShIZjPuKOur3o3y9Qyw1qpkA0H5OM7ockTapNU09oCY4QqcKwzxAg43z0NZImf-VAUpOqJ6CkHgkMsaD4kOIglB3eSR9_bDuJf3Zbb6-xwuZs1mRfCty1HSrJzz3dl7bVxLhDZX&sig=AHIEtbSOHmunuCCsPLsGEtX3eaq51YPK7g








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